En la primera Navidad de mis gordos, estaban a punto de cumplir 10 meses.
Fue una Navidad muy emotiva, por fin la casa de los abuelos estaba llena de niños, que habían sido súper deseados tanto por sus padres como por los abuelos. Mi papá había pasado algunos años preguntándonos cuando le daríamos nietos, hasta que en el año 2006 empezaron a llegar.
El primero fue Ricardo, mi sobrino y ahijado, un niño noble y muy inteligente, quién durante 18 meses fue hijo, sobrino y nieto único, así que la llegada de los morochos, en febrero de 2008, en principio represento un reto en cuanto a compartir los juguetes se refería y básicamente fue cuando Juan Luis, comenzó a gatear e iba a buscar los juguetes de Ricardo. Sin embargo con Juan Pablo, fue completamente diferente, Ricardo más bien le ponía todos sus juguetes dentro del coche, era como si supiera que Juan Pablo no podía ir a buscarlos. Luego en diciembre de 2008, llegó la princesita Nathalia. Así que esa Navidad fue muy colorida, llena de muchos regalos para cada uno de los nuevos integrantes de la familia.
Pero el mayor de los regalos fue sentir el amor tan grande que se respiraba en casa, por cada uno de esos pequeñitos que llegaron para alegrar nuestros días y darnos grandes lecciones de vida.
Ese primer año habíamos vivido momentos muy duros, como lo fue el diagnostico de Juan Pablo y la hospitalización por la Neumonía, pero habíamos logrado llegar a “La Navidad” con el corazón lleno de agradecimiento, para celebrar el nacimiento del Niño Jesús y sus cuatro maravillosos regalos: Ricky, Juanlu, Juanpi y Nathy!!!